jueves, 14 de diciembre de 2017

Ráfagas e incisiones -I: ¿Una Nueva Humanidad, pero no la cristiana?



por David G. Alonso Gracián
1.- Friedrich Nietzsche (1844- 1900) nunca habría imaginado contar con un prosélito en la Iglesia. Es Teilhard de Chardin (1881- 1955).

Su ultrahombre cósmico es más cercano al superhombre nietzscheniano que al santo. Causa pavor que tal pensamiento haya permeado la mente católica. Su visión de una hipotética Ultrahumanidad habría gustado al nihilista. Dice Chardin:

    «Zoológica y psicológicamente hablando, el hombre, fijado por fin en la integridad cósmica de su trayectoria, no está todavía más que en un estado embrionario, más allá del cual se perfila ya una amplia franja de lo Ultra-humano» (El corazón de la materia, 1950).

    «En torno a nosotros, en el Mundo, no habrá solamente Hombres que se multiplican en número, sino que también está el Hombre que se forma. El hombre, en otros términos, no es todavía zoológicamente adulto. Psicológicamente, no ha dicho todavía su última palabra. Pero, bajo una u otra forma, está en marcha lo ultra-humano que, por efecto (directo o indirecto) de socialización, no puede dejar de aparecer» (Le coeur du problème, 1949)

Chardin pretende una Nueva Humanidad al margen del orden sacramental de la gracia. Propone “otro” Nuevo Hombre, un humanismo cósmico, una “ecología sobrenaturalizada” convertida en religión de la persona. Un ultrahombre en formación a partir de energías cósmicas y fuerzas ínsitas en la Tierra, con la gracia instrumentalizada en su servicio :

    “El Hombre, al mismo tiempo que un individuo centrado por relación consigo mismo (es decir, una “persona”), ¿no representa un elemento, por relación a una nueva y más alta síntesis? Conocemos los átomos, sumas de núcleos y de electrones; las moléculas, sumas de átomos; las células, sumas de moléculas… ¿No habrá, entre nosotros, una Humanidad en formación, suma de personas organizadas?… ¿Y no es ésta, por lo demás, la única manera lógica de prolongar por recurrencia (en la dirección de mayor complejidad centrada y de mayor conciencia), el curso de la moleculización universal?” (La vision del pasado, 1949).

Al leer esto, uno se pregunta cómo puede la mente católica no rechazar inmediatamente este tipo de nociones. Cómo puede la mente católica entregarse a anhelos nihilistas de este calibre con tanta facilidad. Es un drama que sólo se explica por una larga exposición al sueño antropocentrista. Es el viejo proyecto de hombre glorificado, el homo-homo-homo, el hombre uno y trino de Carolus Bovillus (1483- 1553), que sigue vivo en una mente católica secularizada, aunque con otra etiqueta: Nueva Humanidad, pero no del cielo, sino de la Tierra.

2.- La gracia perfecciona la naturaleza, enseña el adagio clásico. La idea de una gracia que no inhere la naturaleza, sino la voluntad de poder, está en la base del voluntarismo nihilista.

Pico de la Mirandola (1463- 1494), tan admirado por el personalismo teológico, fundamenta la dignidad humana en una supuesta falta de esencia definida, modificable a capricho:

    «Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado»  (Discurso sobre la dignidad del hombre, 1486)

 3.- Pico es afín a Nietzsche, y también a Teilhard de Chardin. Henri de Lubac (1896- 1991) escribió sobre ambos; al segundo, intentando habilitarlo como teólogo católico de relativa ortodoxia. La fascinación del personalismo teológico por estos proyectos utópicos en que lo natural y lo sobrenatural están confundidos, no es gratuita. Es el proyecto de una Nueva Humanidad personalista, de una Nueva Cristiandad maritainiana, una ultrahumanidad que no necesita confesar explícitamente a Cristo, sino valores y revolución, libertad, igualdad y fraternidad. Son los valores de una democracia personalista y cósmica que aspira a ser el Reino. Una “Nueva Humanidad” justificada por la axiología fenomenológica.
  
4.- ¿Para cuándo, se preguntan algunos con ansia de superdignidad humana, será considerado el hombre causa primera de su salvación —eso sí, piadosamente ayudado por la gracia?
  
5.- La hibridación de lo natural y lo sobrenatural es, en general, distintivo del personalismo teológico.  
Es notable que Henri de Lubac, en su intento por justificar teológicamente las tesis de Teilhard de Chardin, acuda a nociones híbridas, poniendo en entredicho el orden de la gratuidad. Da la impresión de un pensamiento que instrumentaliza indebidamente lo natural. Una especie de funcionalismo de lo creado, a la manera renacentista. Posiblemente por influencia de Pico de la Mirandola:

    «Los elementos naturales de este mundo, “que lo sobrenatural reordena hasta hacerlos más y otros", “son necesarios para alimentar la operación de salvación y facilitarle una materia apropiada; la plenitud sobrenatural de Cristo se basa en una plenitud natural del mundo". De una a otra “no existe independencia ni discordancia, sino una subordinación coherente"; Por lo tanto, la salvación está “vinculada a la finalización de la Tierra” (El pensamiento religioso del padre Pierre Teilhard de Chardin, p.175-176)
     
Los católicos no hemos de creer en otra “Nueva Humanidad” que no sea la recreada por la gracia santificante. El hombre nuevo es el hombre justificado sacramentalmente por Cristo a través de su Iglesia, no el ultrahombre. El hombre nuevo emerge de las aguas bautismales, no de la Madre Tierra.

David G. Alonso Gracián

 InfoCatólica. Blog: La  mirada en perspectiva (6/12/17)

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