viernes, 15 de diciembre de 2017

Ráfagas e incisiones -II: La moral cristiana exige obedecer los mandamientos del Señor

por David G. Alonso Gracián
La fenomenología de la persona tiende a enfocar los problemas morales bajo un punto de vista experiencial o axiológico. Es decir, centrándolos en la teoría de los valores, o en experiencias subjetivas.

Ello conlleva una des-naturalización de la ley, que deja de ser considerada una participación del logos divino, para ser vista a la manera convencional, como una norma general arbitraria dada extrínsecamente.

    —En ello insisten en general los formadores y divulgadores del personalismo. Configuran sus propuestas pastorales de futuro bajo perspectivas historicistas, o experienciales, deshabilitando el papel de la conciencia como función de la razón práctica, que aplica la sabiduría de Dios al caso. Coinciden más o menos, todos, en una instrumentalización de lo natural, para resaltar unilateralmente la experiencia religiosa subjetiva como fundante de la respuesta moral del sujeto. Se pretende, pues, reducir la moral cristiana a una valoración ética de los fenómenos de la experiencia religiosa, contraponiendo Evangelio a ley moral y oponiendo gracia y naturaleza. La moral cristiana deja de ser un conjunto de enseñanzas de la Iglesia (en nombre de Jesucristo, Logos de toda moral) para ser una experiencia de los valores del encuentro religioso.

 En esto, como digo, coinciden en general los divulgadores del personalismo teológico. Veamos sólo algunos ejemplos entre muchos posibles:

    «La moral del Nuevo testamento goza de una novedad radical, pues no es primariamente una enseñanza, sino una persona» (A. Fernández, Pensar el futuro. Apostar por la verdad y el bien: la Moral en el siglo XXI, Palabara, Madrid 2003p. 189)

    «La moral cristiana no deriva de la ley natural.- A partir de lo dicho en el capítulo 5 (evitar reducir el cristianismo a un programa moral, pero tambien  admitiendo que el mensaje moral  forma parte integrante de la revelación), se ha de partir del hecho de que la moral cristiana no es una moral que deriva de la ley natural. La “inflación naturalista", como queda consignado, ha sido una vieja característica de los viejos manuales, anteriores al Concilio vaticano II. Pero una cosa es aceptar la ley natural interpretada con rigor y otra muy distinta es constituir esta ley como fundamento y razón última de la conducta del creyente.» (Ib., p. 187-188)

    «la propuesta moral cristiana a las nuevas generaciones del siglo XXI debe partir no de las exigencias de la ley natural, ni de la voz autorizada del magisterio, ni tampoco del imperativo de los mandamientos, ni siquiera de la enseñanza evangelica, sino de un modelo concreto: la vida histórica de Jesús de Nazaret» (Ib., p. 196)

    «Por ello el creyente en Cristo, al proponer el mensaje moral cristiano, ha de partir de la profunda convicción de que el primer dato de la fe y de la moral, la persona de Jesús, “está en alza” en la apreciación de la gente (lo que, en efecto, “está en baja” es la Iglesia)» (Ib., p.190-191)

    «La experiencia moral nace de un encuentro interpersonal y éste es el encuentro con Cristo. Entendemos que la experiencia moral cristiana está fundada en la importancia existencial y salvífica del encuentro con Cristo» (A. Cayuela, Personalismo y teología moral: la singularidad del encuentro con Cristo, Comunicación presentada en las I Jornadas de la AEP: “Itinerarios del personalismo”, UCM, 26-27 de noviembre de 2004) Visto en la página de la Asociación española de personalismo

    «Pero en el cristianismo el fundamento de la ética natural es dinámico, es el dinamismo del hombre que responde libremente a la llamada de otro, una conciencia que es movida y activada por una llamada de otro, conmovida por el amor de Dios en Cristo Jesús. Para von Balthasar  la fe dramática confronta la libertad y la experiencia concreta del hombre con el acontecimiento de Cristo. Es un encuentro interpersonal.» (Ibid.)

 Esta experiencialización de la moral cristiana tiene consecuencias. Es un giro fundacional, por el cual la vida moral pasa de orientarse en torno a la sabiduría eterna de Dios (la ley moral) a dejarse guiar por la fenomenología de la experiencia religiosa personal.

Un descentramiento considerado un cambio de paradigma, por el cual se deja atrás el anterior, estático, despersonalizado, rigorista y legalista, por el nuevo, personalista, amable, dinámico y existencial. La espacialidad de la ley moral, inscrita en la naturaleza humana, es sustituida por la temporalidad del valor. El espacio inmutable de la ley es subordinado al tiempo cambiante de la experiencia. O dicho con otras palabras:

    «la teología moral, en efecto, había cristalizado en una doctrina excesivamente rígida, que insistía de modo desmesurado en cuestiones como el pecado, la ley, el deber o las normas, lo cual conducía a ver la moral como algo extrínseco a la persona, como un mero conjunto de leyes y deberes promulgados por Dios, o por la Iglesia que se imponían desde fuera de la conciencia […] Ante esta situación algunos vieron en los principios  personalistas una posibilidad de salir de esta situación » (J.M. Burgos, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, p.165)

    «La moral tiene mucho más de deliberación, interrogación, paradoja, búsqueda o discernimiento que de demostración o mecánica de aplicación de principios y normas para resolver los dilemas de la existencia» (J.L. Martínez S.I., Discernimiento y Moral en el Magisterio del Papa Francisco, Revista Medellín 168 / Mayo - Agosto 2017, p. 378)

Pero las consecuencias del descentramiento interno que supone, derivan fácilmente en heterodoxia. La moral de situación de Bernhard Häring es su corolario natural. La gracia, bajo tal perspectiva, se desvincula de la ley, y por tanto de la naturaleza humana, para instrumentalizarse, y quedar suspendida al servicio de los valores y experiencias religiosas personales:

    «Por lo dicho aparece claramente que los conceptos propia salvación, leyes y mandamientos conservan toda su importancia. Pero en ninguno de ellos vemos la idea central de la moral católica. Más apropiado nos parece el concepto de responsabilidad, entendiéndolo en sentido religioso. En este sentido, podemos decir que su misma estructura verbal señala el carácter religioso, propio de la moral, que es el carácter dialogal respuesta : responsabilidad. Nos parece que por ella se expresa mejor la relación personal del hombre con Dios. El Dios personal dirige al hombre la palabra, mediante el llamamiento que le hace a cumplir su divina voluntad; responde el hombre al tomar una decisión y así se responsabiliza ante Dios.» (B. Häring, La ley de Cristo,  Herder, Barcelona, 1961, p. 81-99)

Pero al descencentrarse la moral cristiana de la ley moral, se malinterpreta el papel de la gracia, cuyo papel se proyecta al seguimiento personal de Cristo, pero no al cumplimiento de la ley moral, como si ambas cosas se excluyesen:

    «La gracia del Espíritu Santo no es algo accesorio, que se añade de una manera postiza a la ley nueva. Tampoco es exactamente una ayuda o una fuerza que se nos concedió después para que pudiésemos cumplir los preceptos de una ley exigente y difícil.» (B. Häring, la nueva Alianza vivida en los sacramentos, Herder, Barcelon, 1971, Pág.112)
     
El tópico en cuestión adopta esta forma:

“La moral cristiana no se basa en la ley natural, sino en el mensaje de Jesús.”

Con sutiles sutiles variantes:

        “El cristianismo no tiene una moral propia".

        “La moral cristiana no se basa en el Decálogo".

        “La moral cristiana no es una enseñanza, sino una Persona".

        “La moral cristiana no consiste en cumplir la ley, sino en seguir a una Persona".

        “Los Mandamientos no son lo fundamental de la moral católica, sino los valores evangélicos, la libertad humana o la respuesta personal y responsable que el hombre ofrece a Dios, en su propia situación”

        “La moral cristiana no consiste en cumplir mandamientos sino en seguir a Cristo”

        “La gracia no se da exactamente para cumplir los mandamientos, sino para el seguimiento de Cristo” Etc.

 Pero la ley natural está ordenada al fin último

«Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última» (Catecismo 1951), porque «el fin de la ley es Cristo para justificación de todo creyente» (Rm 10, 4). La moral cristiana tiene mucho que ver con la ley, en todas sus acepciones, porque la ley tiene por fin a Cristo. Creer que la moral cristiana no tiene que ver esenciamente con la ley es una insensatez llamada anomia. Es evidente, a la luz de los últimos acontecimientos eclesiales, que el personalismo, en teología moral, está derivando hacia la Teología de la Anomia.

—La ley moral, por tanto, está ordenada al fin último.-  Y por ello, íntimamente conectada con la moral cristiana, que la recuerda, la codifica, la explica, la enseña. Y no por legalismo preconciliar, como cree el tópico personalista, sino porque su cumplimiento es condición de vida sobrenatural, y su transgresión grave supone su pérdida.

    Conforme a la Palabra de Dios, la ley es condicion del seguimiento de Cristo: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama» (Jn 14, 21); «en esto sabemos que hemos llegado a conocerle: si guardamos sus mandamientos.» (1 Jn 2, 3). «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (Jn 15, 10).

    Por ley moral entendemos pues «el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural» (R.Sada y A. Monroy, Curso de teología moral, Palabra, Madrid 1989, p. 46.). Como sabemos, los preceptos que integran la ley moral  se contienen en a) la ley eterna, b) la ley natural, c) la ley divino-positiva y d) las leyes humanas. Por eso, la ley, en cuanto divina, es eterna, natural y positiva; en cuanto humana, eclesiástica o civil (Ib. p. 48).

—Es doctrina católica tradicional, por tanto, que la ley moral se da para el fin último sobrenatural, y que la Nueva Ley sobrenatural es su perfeccionamiento y fin y no su cancelación. Y esto no implica que lo sobrenatural “derive” de lo natural, sino que lo natural es perfeccionado por lo sobrenatural, que lo subsume, pero no minimiza

Por ello, siendo la ley natural parte de la ley moral, ¿cómo es que la pastoral personalista gusta de desvincularla esencialmente de la moral cristiana, como si ésta sólo consistiera en la experiencia religiosa, o las enseñanzas que cada cual, con libre examen, extrae de los evangelios? ¿Cómo es que el personalismo considera legalistas los manuales basados en el cumplimiento de la ley natural?

    En general el personalismo, como su paralelo la Nueva teología, hibrida el orden natural con el sobrenatural.- Y lo hace mediante un vago principio de inmanencia que ha dado enormes problemas a la teología dogmática, tal y como lo desarrollaron vagamente, cada cual a su manera, de Lubac (1896- 1991), Rahner (1904- 1984), Maritain (1882- 1973) y sobre todo Teilhard de Chardin (1881- 1955) y Blondel (1861- 1949). Este último ha contribuido notablemente a la propagación de este principio de inmanencia, que no es más que una hibridación del orden natural y el orden sobrenatural, con vistas a superar un supuesto extrinsecismo de la gracia y de la ley moral.

    —Para huir de este extrinsecismo se personaliza lo sobrenatural de forma que lo natural queda suprimido, y desaparece la naturaleza, la ley natural, y la razón. De esta manera, para huir del mencionado extrinsecismo de lo sobrenatural, se minimiza  la ley eterna, como si anulándola se resaltara el papel de la gracia y se eliminara esa supuesta extrensicidad. La naturaleza, la sustancia, las esencias quedan pulverizadas y transformadas en valores, y la ley natural reducida a normas abstractas generales.

La obsesión del personalismo teológico es evitar un supuesto extrinsecismo de la gracia y de la ley moral. En base a este prejuicio, heredado de la via moderna, construye como alternativa una pastoral de valores y fenómenos que contrapone enseñanza y experiencia, ley y gracia, mandamientos y seguimiento de Cristo. Esto produce un descentramiento de la moral cristiana cuyas primeras consecuencias son, por desgracia, la Moral de Situación y la Teología de la Anomia.

 InfoCatólica. Blog: la mirada en perspectiva (8/12/17)

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