domingo, 29 de julio de 2018

Concepto personalista de libertad como autodeterminación. Problemas y equívocos

por  Alonso Gracián
 El personalismo incorpora a su concepto de libertad el concepto de autodeterminación, que no es propio del pensamiento clásico y tradicional católico, pues procede del pensamiento moderno. Esto tensiona la doctrina católica y produce equivocidad, generando confusión y dando problemas, sobre todo a la teología moral.

Es un concepto poco claro, que por su ambigüedad puede más o menos entenderse en un sentido correcto, pero también malentenderse y dar lugar a errores.

Además, una interpretación en sentido antimetafísico, o asimilado al concepto de libertad negativa, como en Hegel, puede utilizarse para justificar tesis incompatibles con el magisterio de la Iglesia.


1. El concepto de libertad según la doctrina católica

—1.1. Libertad como facultad de elección del bien


La doctrina tradicional de la Iglesia enseña que la libertad es «la facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas es dueño de sus propias acciones.» (León XIII, Libertas praestantissimum 5, 1888).

Hay que dejar claro que la elección voluntaria de un medio malo no es un acto propio o capacidad de la libertad, sino una posibilidad que supone un abuso, un indicio de albedrío, pero como la enfermedad es indicio de vida.

Especifica León XIII en el mismo punto de la encíclica Libertas, utilizando la doctrina tomasiana:

    «Pero así como la posibilidad de errar y el error de hecho es un defecto que arguye un entendimiento imperfecto, así también adherirse a un bien engañoso y fingido, aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de la vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad. De modo parecido, la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad.»

    «El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.»

La libertad, por tanto, para el pensamiento clásico, es la capacidad de elegir el bien, siendo la elección del mal un abuso posible. Necesita radicalmente de la ley moral, necesita de la razón, necesita de la gracia.

1.2. La gracia, auxilio eficacísimo de la libertad

Libertas, 6 realiza una síntesis espléndida, en su concisión y precisión, del papel de la gracia, en sintonía además con la tradición tomista hispánica:

Enseña Leon XIII que los auxilios de la gracia son «aptísimos para dirigir y confirmar la voluntad del hombre». La gracia divina «iluminando el entendimiento y robusteciendo e impulsando la voluntad hacia el bien moral, facilita y asegura al mismo tiempo, con saludable constancia, el ejercicio de nuestra libertad natural.»

Combate el prejuicio voluntarista que presupone que la gracia reduce la libertad, afirmando, de acuerdo con la doctrina tomasiana, que: «es totalmente errónea la afirmación de que las mociones de la voluntad, a causa de esta intervención divina, son menos libres.». Y aporta la explicación de ello:

    «Porque la influencia de la gracia divina alcanza las profundidades más íntimas del hombre y se armoniza con las tendencias naturales de éste, porque la gracia nace de aquel que es autor de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad y mueve todos los seres de un modo adecuado a la naturaleza de cada uno. Como advierte el Doctor Angélico, la gracia divina, por proceder del Creador de la Naturaleza, está admirablemente capacitada para defender todas las naturalezas individuales y para conservar sus caracteres, sus facultades y su eficacia.»

Añadimos, además, que la gracia santificante cualifica la voluntad humana para realizar actos libres sobrenaturales y meritorios. El estado de gracia, cuya pérdida es el peor mal que puede sufrirse, eleva la libertad humana a un plano de esplendorosa claridad, en que se participa de los méritos de Nuestro Señor y se puede, incluso, gracias a los dones del Espíritu Santo, actual al modo sobrehumano.

 —1.3. Ser dueño de las propias acciones no significa ser causa primera ni actuar como creador de sí mismo.

Es imposible autodeterminarse en este sentido. El concepto, sin embargo, favorece equívocos. Porque la libertad proporciona al ser humano el señorío sobre sus acciones:

    «La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones.» (Libertas,1)

Pero esto no implica que la voluntad pueda autodeterminarse, dado que 1) necesita del juicio previo de la razón, que le propone un bien; 2) necesita de la ley moral que la guíe y de la gracia que la sostenga, 3) está inserta en un orden metafísico determinado por Dios mismo, y 4) es facultad de la causa segunda, que no es causa primera y no puede actuar por sí sola.

    «No puede autodeterminarse si por autodeterminarse se quiere significar darse a sí misma otro ser o modificar la propia esencia, o autodefinir la propia naturaleza o darse un fin último distinto del que Dios mismo ha impreso en la naturaleza humana creada y elevada.

    El ser humano es causa segunda, Dios puede actuar en él, con él y a través de él, moverlo libremente al bien, o permitirle pecar y perderse. Pero, en cuanto causa segunda, ni puede modificar su ser, ni darse otra esencia de la que tiene, ni redefinir su naturaleza según la propia voluntad, ni ser por sí misma ley para sí misma, sin deberse a la ley eterna.
      
2. Concepto moderno de libertad como autodeterminación. Pico de la Mirandola. Hegel. Ilustración. Marxismo

—2.1. La autodeterminación en el humanismo nacido del nominalismo. Pico de la Mirandola
El concepto moderno de libertad va unido al concepto de autodeterminación de la propia naturaleza, radicando en ello la dignidad humana. Tal es la doctrina humanista, expuesta por Pico de la Mirandola con estas palabras:

    «Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado»  (Discurso sobre la dignidad del hombre, 1486)

—2.2. La autodeterminación en el pensamiento moderno. Voney. Hegel. Marx
-La libertad ilustrada.- La libertad negativa, la libertad como autodeterminación, encuentra su formulación más expresiva en el panfleto Las ruinas de Palmira o Meditación sobre las revoluciones de los imperio, del filósofo y viajero ilustrado Volney (1757 -1820), que dice:

«el hombre es el ser supremo para el hombre».

-La libertad protestante y hegeliana.-  La Modernidad entiende la libertad no como libertad para elegir el bien, sino como poder y derecho de autodeterminarse a fines subjetivos propios. Danilo Castellano, con mucho acierto e insistencia, incide en la importante definición de Hegel como la descripción más exacta de libertad moderna: la libertad de querer que «está determinada en sí y por sí porque no es otra cosa que el autodeterminarse». Resalta, además, el origen protestante del concepto.

Explica el profesor de Udine:

    «La primera y principal cuestión es la de la libertad. A este propósito, no es casual que hayamos apuntado al protestantismo y al gnosticismo. Para ellos la libertad es pura autodeterminación del querer. Lo recuerda Hegel en una página espléndida de sus Vorlesungen über die philosophie dergeschichte (23). El mismo Hegel que, como se ha dicho, es el laicizador magistral de Lutero y que afirma fundadamente que «esta libertad procede inmediatamente del principio de la iglesia evangélica». Lo que significa que también Lutero y la iglesia evangélica están impregnados de racionalismo, aunque en el caso de Lutero lo sea (al menos aparentemente) de una versión pesimista.» (Danilo Castellano, ¿Es divisible la Modernidad? , Verbo, núm. 515-516 (2013), 445-472.)

-La libertad marxista.-  Medio siglo más tarde, en su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel de 1843, Karl Marx se apropia del lema ilustrado y lo amplifica de esta forma:

    «Y para el hombre la raíz es el hombre mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, o sea, de su energía práctica, es que parte de la decidida superación positiva de la religión. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es el ser supremo para el hombre»

-La libertad liberal.-  Es la libertad moderna en cuanto pura autodeterminación de la subjetividad. Esta concepción de la libertad coincide con la libertad liberal tal y como la condena la Iglesia, y que el P. José María Iraburu describe con trazos expresivos y potentes:

    «es la afirmación absoluta de la libertad del hombre por sí misma; es la afirmación soberana de su voluntad al margen de la voluntad de Dios o incluso contra ella. Es, pues, un rechazo de la soberanía de Dios, que viene a ser sustituida por la de los hombres». (36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente)

 3. Concepto personalista de autodeterminación. Karol Wojtyla
El concepto de libertad en Karol Wojtyla va unido al concepto de autodeterminación, que expone de forma difícil y brumosa en Persona y acción (1969), por lo que puede ser malinterpretado en diversos sentidos y dar lugar a confusión. Lo exponemos citando de La estructura personal de la autodeterminación, 1974:

    «Para comprender la estructura personal de la autodeterminación, hay que partir de la experiencia del ser humano.»

    «El punto de partida de un análisis de la estructura personal de la autodeterminación es el tipo de experiencia de la acción humana que incluye la experiencia vivida del bien y el mal moral como un elemento esencial y de especial importancia»

    «un elemento en la experiencia integral del ser humano que distingue de manera decisiva la actividad o la acción de una persona de todo lo que simplemente sucede en la persona. Defino este elemento como autodeterminación.»

    «Todo esto, entra orgánicamente de alguna manera en la experiencia de la autodeterminación, a pesar de que se da a conocer en diversos grados en esta experiencia, dependiendo en cierta medida de la madurez personal de la acción. Cuanto mayor es esta madurez, más vívidamente experimento la autodeterminación. Y cuanto más vívidamente experimento la autodeterminación, más pronunciadas pasan a ser mi eficacia y mi responsabilidad en mi experiencia y en mi consciencia.»

    «La autodeterminación, como una propiedad de la acción humana que sale a la luz en la experiencia, dirige la atención, de quienes analizan dicha acción, a la voluntad. La voluntad es el poder de la autodeterminación de la persona.»

    «Cuando digo que la voluntad es el poder de autodeterminación, no tengo en cuenta la voluntad sola, en una especie de aislamiento metódico destinado a revelar el dinamismo propio de la voluntad. Más bien, tengo necesariamente en cuenta aquí toda la persona. La autodeterminación se lleva a cabo a través de los actos de la voluntad, a través de este poder central del alma humana. Y sin embargo, la autodeterminación no es idéntica a estos actos en cualquiera de sus formas, ya que es una propiedad de la persona como tal.»

    «La autodeterminación – o, en otras palabras, la libertad – no se limita a la dimensión accidental, sino que pertenece a la dimensión sustancial de la persona: es la libertad de la persona, y no sólo la libertad de la voluntad, aunque es sin duda la libertad de la persona a través de la voluntad.»

    «La autodeterminación, por lo tanto, y no sólo la eficacia del yo personal, explica la realidad de los valores morales»

    «La autodeterminación, por el contrario, apunta hacia el interior, hacia el sujeto, que, deseando ese valor, eligiéndolo, simultáneamente se define a sí mismo como un valor: el sujeto se convierte en “bueno” o “malo”. Los seres humanos no sólo determinan su propia actividad, sino también se determinan sí mismos en términos de una cualidad esencial.»

    «Así, la autodeterminación corresponde al devenir del ser humano como ser humano. A través de la auto-determinación, el ser humano se vuelve cada vez más un “alguien” en el sentido ético»

    «En virtud de la autodeterminación, experimento en la forma relativamente más inmediato que yo soy una persona.»

Como explica Juan Manuel Burgos en El personalismo de Karol Wojtyla, la libertad en el personalismo no es sólo elección sino también autodeterminación:

    «6. La libertad no es sólo elección, sino autodeterminación de la persona a través de sus elecciones, lo cual resulta antropológicamente posible por la estructura de autodominio y autoposesión característica de la persona. Otra de las grandes aportaciones de la antropología wojtyliana.»

Por el contexto general de su obra, creemos que Karol Wojtyla utiliza el concepto con fines ortodoxos, y es ajeno a su intención proporcionarle acepciones antimetafísicas. Pero es un hecho que plantea algunos cuestionamientos, tiñe de experiencialismo la cuestión, y no aclara la doctrina tradicional, antes bien la complica, a nuestro juicio.
  
4. Mounier. Marcel. Frankl. Guardini
-Para Emmanuel Mounier el ser humano es existencia creativa, libertad que se crea a sí misma como en una aventura de espontánea liberación. En este autor parece haber una equiparación entre libertad y espontaneidad subjetiva.

    «Aquí encuentra el profesor Castellano la raíz liberal de Mounier, en su identificación de libertad con subjetividad y personalidad, de la libertad como espontaneidad y liberación de la persona y de la humanidad» (Juan Fernando SEGOVIA, El personalismo, de la modernidad a la posmodernidad, Verbo 463-464, Madrid 2008, p.319).

La supuesta autonomía humana es vista, por Mounier, como espíritu de independencia: «Una persona es un ser espiritual constituido como tal por su forma de subsistencia y de independencia en su ser» (Emmnanuel MOUNIER, Manifiesto al servicio del personalismo, Taurus, Madrid 1967, p.p. 75-76).

Mounier no gusta usar la palabra sustancia, por cosista, y aunque no es antisustancialista, prefiere entender al ser humano como «un proyecto que se hace realidad mediante el ejercicio de la libertad» (Juan Manuel BURGOS, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, p. 61).

-Para Gabriel Marcel el ser humano «es un ser que se construye a sí mismo en el camino de la vida» (Juan Manuel BURGOS, op.cit., p.90).

-Para el psiquiatra personalista Viktor Frankl  la autodeterminación es característica esencial de la persona. En el apéndice conceptual de El hombre en busca de sentido, afirma que «el hombre, en última instancia, es su propio determinante. Lo que alcance a ser […] lo ha de construir por sí mismo» (Herder, Madrid 2004, p.153).

-Para Romano Guardini la capacidad consciente de autoposeerse y disponer de uno mismo es condición, incluso, de existencia, llegando a afirmar, en clave heideggeriana, que sólo existe quien es libre, y es libre quien dispone de sí:

    «De “existencia”, en el sentido antedicho, sólo se puede hablar refiriéndonos al hombre. El cristal, la planta, el animal, están ahí, sin lugar a dudas, pero no existen. »

    «Existencia significa, en definitiva, que esta comprensión de sí mismo depende de la capacidad que uno tiene de disponer de sí; esa originaria fuerza interior, esa capacidad de automoción que llamamos “libertad” y que se activa a partir del momento en que se tiene conocimiento. » (La existencia del cristiano, BAC, Madrid 1997, pp.6-7)
    

5. Concepto personalista de libertad como autodeterminación

—5.1. Es una aportación del existencialismo:


    «Un existencialismo, en suma, que acepta que el hombre tiene esencia, pero que subraya que está entregado a su libertad, que es capaz de autodeterminarse  y es por eso un proyecto abierto y dramático que depende de cada persona» (Juan Manuel Burgos, El personalismo, Palabra, Madrid 2000, p-35)

—5.2. Supone la definición de fines personales propios, y por tanto de autoteleología

    «Para el personalismo, la libertad no se sitúa sólo en el nivel de la acción, sino que ocupa un puesto más esencial y radical en el ser personal. La libertad, ante todo, hace a la persona dueña de sí, por lo que, al modificar el mundo, se modifica también a sí misma, se autodetermina y orienta su destino en un sentido entre muchos posibles. Y más allá todavía, permite a la persona decidir lo que quiere ser, forjar su proyecto de vida y orientar toda su existencia a la consecuención de ese proyecto que sólo existe en su interior» (Juan Manuel Burgos, op.cit., p-173)

—5.3. La autoteleología supone una crisis de la dimensión jurídica de la libertad:

    «El concepto (personalista) de persona contiene implícita –y de modo irrenunciable– la condición de ser libre, con fines propios, personales, individuales, que sólo ella puede perseguir o a ella solamente conciernen. Luego, la dignidad hace a la persona. Ahora bien, la dignidad del hombre aquí mentada no dice de su carácter de creatura sino de la libertad de determinarse y desarrollarse en el sentido que quiera, como un valor supra jurídico, anterior al derecho, al que se impone.» (Juan Fernando Segovia, El difuso personalismo, Verbo 483-484 (2010), p. 219)

 6. Concepto de autodeterminación y Amoris laetitia
—6.1. Utilización del concepto de autodeterminación para justificar Amoris laetitia
Rodrigo Guerra, por ejemplo, explica filosóficamente las tesis de Amoris laetitia apelando a la autodeterminación personalista y a su norma de acción.

En El carácter personalista de “Amoris laetitia”. (Conferencia leída en el IV Congreso Iberoamericano de Personalismo Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla 28-30 de agosto de 2017), afirma:

    «En las siguientes líneas exponemos algunos elementos procedentes de la filosofía de Karol Wojtyla/Juan Pablo II que pueden ayudar a comprender el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio/Francisco, particularmente el expresado en la Exhortación apostólica Amoris Laetitia».

Y defiende la continuidad que existe entre ambos Pontífices:

    «Este ejercicio lo hacemos no sólo para mostrar algunas de las razones que amparan nuestra convicción respecto de que existe verdadera continuidad orgánica y fidelidad creativa entre los últimos Pontífices sino para exhibir algunos de los fundamentos filosóficos que se encuentran implícitos en la enseñanza del Papa Francisco y que ameritan una consideración más detenida.»

La continuidad, sin embargo, se ha de buscar entre documentos magisteriales. La obra personalista de Karol Wojtyla no es magisterio, sino una filosofía privada con la que se puede discrepar, y que tiene defectos y plantea problemas al pensamiento clásico. La continuidad se ha de buscar respecto a Veritatis splendor, síntesis espléndida de la teología moral tradicional.

A continuación, fundamenta la tesis del cap. VIII de Amoris laetitia en la autodeterminación, relacionandola con la norma personalista de acción:

    «Al contrario, las personas ejercemos nuestra peculiar causalidad autodeterminada con la mediación esencial de la conciencia y la voluntad. Por ello, la libertad es irreductible a las formas de causalidad eficiente propias de los entes no-personales. Por ello, las personas humanas, particularmente cuando están heridas, es preciso “acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza”.»

En Para comprender Amoris Laetitia. Premisas y argumentos, respuesta a dudas y objeciones, camino y esperanza (medellín 168 / Mayo - Agosto (2017), vincula también la teología de fondo de la exhortación apostólica con la norma personalista de la acción:

    «De hecho, el amor en la mente de Francisco vuelve a aparecer con una estructura intrínseca de respeto incondicional por la persona humana como persona. Esto es lo que Karol Wojtyla llamaba “norma personalista de la acción” y que Francisco vuelve a colocar en el corazón de su reflexión como la mirada que permite acoger a la persona»

—6.3. La autodeterminación y el párrafo final de Amoris laetitia
El párrafo que cierra la exhortación apela a la superación de los propios límites y a la autotranscendencia, en pos de la plenitud. Parece que aplica difusamente el concepto de autodeterminación a la familia, por el cual parece que el matrimonio no es una realidad dada sino un proyecto por hacer: «Porque, como recordamos varias veces en esta Exhortación, ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre» (AL325)

Parece que se dice que la naturaleza misma del matrimonio es algo que debe superarse o autotranscendenserse:

    «Todos estamos llamados a mantener viva la tensión hacia un más allá de nosotros mismos y de nuestros límites, y cada familia debe vivir en ese estímulo constante. Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido.» (AL 325)

Parece, en definitiva, que a tenor de lo expresado en el cap. VIII, la unión irregular es una realidad que puede autodeterminarse como matrimonio, o al menos aspirar a ese ideal.
 
El personalismo en general, o mejor dicho los personalismos, tienen elementos positivos y aprovechables. Pero también padecen notables defectos de definición.

Nos parece que, aunque puede ser utilizado de forma ortodoxa, el concepto en general de libertad como autodeterminación trae muchos problemas, por su ambigüedad y equivocidad. Tiene un sabor antropocéntrico difícil de evitar, y un trasfondo conceptual experiencialista y antimetafísico que permanece aun después de matizaciones y distinciones.

Es difícil, además, usarlo sin reduccionismos doctrinales, que aproximan indebidamente el concepto católico de libertad al concepto moderno de libertad negativa (liberal, ilustrada o marxista), sobre todo en su acepción hegeliana. Es una terminología confusa que no casa bien con el pensamiento tradicional, que es más objetivo y realista.

Puede confundir a personas poco formadas, haciendo creer que, de alguna manera, Dios es un mero espectador de nuestras acciones, o que está en nuestra mano llegar a ser lo que queramos. ¿No es éste, acaso, el sueño de la Modernidad?

David Glez. Alonso Gracián

InfoCatólica Blog: La mirada en perspectiva 24 7 18

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