sábado, 17 de noviembre de 2018

Sardanápalo y la Iglesia actual


por Alonso Gracián
Mucho tiempo ha pasado desde que el gran Don Juan de Borja, allá por 1680, escribiera como lema de una de sus Empresas Morales, concretamente la 98, Humanarum rerum contemptus, —como si dijéramos, menosprecio de las cosas humanas.

Decía el hijo del Duque de Gandía, luego San Francisco de Borja, que

    «Aunque con razón hemos de creer a los que nos aconsejan el desprecio de las cosas de esta tierra, habiéndolas ellos menospreciado, y tenido en poco, y habiéndose por su voluntad privado de los deleites que dan; también creo que no mueven menos los ejemplos de los que después de haber entregádose a todos los géneros de deleites, y contentos del mundo, nos desengañan y certifican que todo lo que hay en él es vanidad»

Es el ejemplo de Sardanápalo, cuya efigie funeraria, en el Emblema, chasquea los dedos mientras empuña el cetro. Con la castañeta, que dice el autor, muestra la nada que es el mundo; y con el cetro, el señorío que ha logrado.

Puede resultar escandaloso a oídos personalistas que, para nuestro autor, el menosprecio de las cosas de este mundo caído sea lo mismo que el menosprecio de las cosas humanas, demasiado humanas.

Nosotros lo encontramos razonable y sobre todo tradicional, teniendo en cuenta, además, que el actual enaltecimiento de lo humano viene acompañado de una crisis de fe como nunca se ha visto.

Mucho tiempo ha pasado, decía, desde que aquel eminente varón, en esta joya de la Tradición Hispánica, nos llamara a menospreciar los engaños del mundo.

Y no por capricho, sino con un propósito: la adquisición, al amparo de la ley moral, con el socorro de la gracia, de imperio sobre uno mismo —es lo que representa, en la figura, el chasquido (el menosprecio) y el cetro (el señorío).— Con este menosprecio tan hispánico, tan católico, tan ascético, nos anima a sobrevivir a esta nefasta Hora Actual del Hombre.

Es el momento de chasquear los dedos, como Sardanápalo, en señal de menosprecio de las cosas humanas, demasiado humanas del espíritu moderno. Esas que ha actualizado el personalismo de tercer grado, y que tanto nos han embarrado el camino durante más de cincuenta años. Ninguna actualización filosófico-teológica del ethos de 1789 puede no dar problemas al catolicismo.

Es urgente liberarnos del lastre del nominalismo fenomenológico, de esas nociones que reconcilian con el Leviatán, pero que complican la única reconciliación que debe importarnos, que es con Dios.  La Modernidad no se cura actualizando la Modernidad, porque la Modernidad no es otra cosa que el mundo actual.
 
Nos exhorta Juan de Borja, con esta joya del pensamiento cristiano tradicional, a aprender del ejemplo de los que se abrieron en exceso al mundo, como Sardanápalo, y sucumbieron a sus deleites inmanentistas y sus engaños; pero que luego se desengañaron de él para certificar su vanidad fundamental.

Su emblema no ha perdido actualidad, antes bien la ha ganado, y no sólo a nivel personal, sino eclesial. ¿No debe acaso la Iglesia, en este crítico momento, hacer de Sardanápalo, que tras años de aggiornamento, se desengaña y reacciona? ¿No debe la iglesia, en este momento, chasquear los dedos (menospreciar el ethos moderno) y sujetar el cetro (aferrarse a la realeza de Cristo)?

Humanarum rerum contemptus. No hay otra.

Hemos de hacerlo, porque es nuestra responsabilidad. Por las generaciones futuras, por la Iglesia misma, por los que aún no tienen fe, para que no se espanten de tanto mal ejemplo, de tanta confusión, de tanta falta escandalosa de doctrina.

Lo volveremos a repetir, una y otra vez: es el momento de chasquear los dedos y aferrarnos a la realeza de Cristo.

Y hemos de hacerlo ahora, no en el sepulcro, ni como estatuas, sino en este momento presente, en que la Tradición comienza a palpitarnos de nuevo en el pecho, y la Sagrada Escritura nos arde en los corazones.

David Glez. Alonso Gracián

InfoCatólica. Blog: La mirada en perspectiva  7.11.18

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