domingo, 29 de diciembre de 2013

México, más allá de los aztecas


por Salvador I. Reding Vidaña
¿Tiene México una crisis de identidad? No en realidad, lo que tiene es un intento sistemático de identidad centralista. Identificar a los más de 100 millones de mexicanos, viviendo en dos millones de kilómetros cuadrados, con una sola raza imperialista, establecida en el centro prehispánico y actual del país, ese es el tema: no estoy de acuerdo.
Por una parte, se insiste mucho en llamar aztecas a los mexicanos en general; error. Esto contrasta con algo que todos reconocemos muy fácilmente, encapsulado en la frase tradicional de que “México es un mosaico de Méxicos”. Muy, muy cierto que lo es.
La riqueza cultural prehispánica, virreinal y del México independiente, que heredamos y vivimos, es enorme. Como herencia, no solamente se trata de diferentes grupos étnicos establecidos a lo largo y ancho del país desde el período prehispánico, sino que aporta enormes contribuciones a la cultura nacional.
Sumémosle la aportación de las culturas de la descendencia de inmigrantes durante más de cinco siglos, con sus propias costumbres, escalas de valores y formas de vida, y que en algunas regiones sus descendientes son mayoría, criollos o mestizos, sobre las razas indígenas autóctonas. Todo es México.
El idioma.- La diversidad de lenguas y dialectos enriquece el lenguaje nacional de mexicanismos. De ninguna manera podemos reducirlos a los derivados del náhuatl o que pertenecen directamente a él, a pesar de que parecen ser mayoría. Quien conoce más de un idioma, sabe que cada uno tiene sus propias aportaciones culturales, por lo que eso significa en México una diversidad lingüística muy valiosa.
Pero esta diversidad no es solamente la aportación de las antiguas culturas, sino de los regionalismos del hablar nacional. Las palabras tienen diversos significados, o bien se usan diferentes palabras para nominar las mismas cosas, a veces a tal grado que hay que aprenderlas para entender el hablar de regiones que no son las nuestras. ¿Qué son un escuincle, morro, plebe o huerco? Lo mismo: un chamaco (mexicanismo), un niño o un muchacho.
Mientras que en Sonora y Sinaloa hay términos locales tomados del yaqui, por ejemplo, en Yucatán los hay tomados de las lenguas maya-quichés, o en la zona metropolitana del Distrito Federal hay muchas tomadas del náhuatl.
A ello debemos sumar los pueblos que aún utilizan en familia y su comunidad idiomas que no son el oficial de país, el español (aquí no le llamamos “castellano”). Muchas personas son bilingües, y no se trata de lo que muchos intentan identificar con español-inglés, sino es español y una lengua indígena.
Usos, costumbres y tradiciones.- Pero aparte del idioma y sus regionalismos, existen diferentes culturas sociológicamente hablando. Los llamados “usos y costumbres” son diversos, y hasta esas diferencias se llegan a reconocer legalmente. Hay esfuerzos oficiales y ciudadanos por mantener vivas esas culturas.
Las llamadas “tradiciones” de todo tipo abundan, aunque algunas sí son prácticamente nacionales, como básicamente lo es la forma nacional de enfrentar el fenómeno de la muerte y el respeto a los antepasados.
Pero aún ante la muerte, hay tradiciones totalmente locales, que llegan inclusive a convertirse, molestamente, en atractivo turístico. Se trata de molestias porque mientras que para los participantes de ceremonias mortuorias, sobre todo el Día de Muertos, es algo muy serio y profundo, los turistas lo ven como curiosidad intrigante. Este término turistas incluye no sólo a visitantes extranjeros, sino a connacionales que van a ver cómo se desarrollan las ceremonias.
Mientras que un elemento fundamental de la mexicanidad es el guadalupanismo nacional, el fervor popular de diferentes imágenes de la misma Virgen María, y de Jesucristo es muy localista. Lo mismo pasa con los santos patronos de regiones, ciudades y pueblos. Las tradiciones y sus ceremonias son muy diferentes, y mientras en una parte Jalisco, se venera a la Virgen de San Juan, en la capital tapatía es a la Virgen de Zapopan, y en el vecino Zacatecas es la de Jalpa.
Arte.- El mundo artístico es inmensamente rico en aportaciones locales, regionales, de todo México. Lo es en música, en baile, en canciones, en arte y artesanía, en el vestir, sobre todo femenino. Cuando escucho hablar e interpretar “música latinoamericana”, normalmente incluye la centro y sudamericana, no la mexicana, que algunos estimamos tan rica como el resto de Latinoamérica junta.
Los norteños.- La cultura del trabajo del Norte de México, es diferente del resto del país. Y hay razones para ello, y para explicar otras grandes diferencias en forma de vida. La mayor parte de la sociedad norteña no tiene antecedentes locales de culturas autóctonas establecidas (más bien nómadas). Y no es que no las haya, pero están muy localizadas, como pueden ser los pueblos yaquis en Sonora o los rarámuris, también conocidos como tarahumaras, en Chihuahua.
Hay sin duda una gran influencia de las formas de vida de los “vecinos del Norte”, los Estados Unidos, con una frontera de las más largas del mundo. Pero a pesar de esa influencia, la “gente del Norte” no deja de ser “muy mexicana”. Decir esto es importante, porque en “el Centro” se dice que los norteños sueñan con ser parte de la Unión Americana. Nada más falso, son mexicanos con ideas propias y particular filosofía de vida.
Los norteños no soportan el centralismo que se les quiere imponer desde “la Capital”. Quizá a los sureños tampoco les guste, pero al parecer no lo manifiestan de la misma manera, con la conocida “franqueza” del Norte. La Revolución de 1910 llegó al Centro desde el Norte.
¿Tenochcas?.- Durante las celebraciones de los 200 años del inicio de la guerra mexicana de independencia, escuché a un comentarista de radio, en referencia a los primeros triunfos de Hidalgo sobre las tropas españolas, decir que éstas habían recibido una muestra de lo que eran los “tenochcas”. ¿Qué? me pregunté. Si quienes peleaban eran personas de Guanajuato y estados aledaños, mientras que en la ciudad de México, los tales “tenochcas” estaban viviendo su vida normal, sin pelear contra nadie. Es el problema de identificar erróneamente a los mexicanos en general con la zona metropolitana de la ciudad de México, para variar.
Un descendiente directo o mestizo, o criollo de la abrumadora mayoría del país no será “azteca”. No lo son los tarascos, yaquis, rarámuris, totziles, zapotecos, otomíes, mayas, olmecas, coras, tlaxcaltecas y todos lo que se quieran. Si habiendo nacido en Nuevo León, alguien me dijera azteca, podría responderle ¿de dónde? Los aztecas y sus descendientes son mis connacionales, pero nada más.
La identidad local y regional es muy fuerte, sin pasar sobre la nacional, se suman. Como ejemplos, un nativo del Puerto de Veracruz es: jarocho-veracruzano-mexicano; el de Monterrey es: regio-neoleonés-norteño-mexicano. ¿Y las bromas sobre la “hermana república” de Yucatán?
Algo sí tenemos todos en común tomado del náhuatl, como el gentilicio de mexicanos y el propio nombre de México, ya reconocidos en la independencia. Ni hablar del guadalupanismo, cuyo origen está en el Tepeyac, pero nada más; no tuvo más de azteca que Juan Diego. Nuestro idioma actual vino de fuera, del imperialismo español, no del anterior imperialismo azteca.
El centralismo en México no se acaba, y parece ser parte de la cultura “chilanga”, y llegan al grado de hablar por ejemplo de la capital y del “interior” de la República. Caray ¿acaso el Distrito Federal está fuera del territorio? A los chilangos, defeños o capitalinos, no les gusta hablar de “provincia”, porque creen que a los provincianos le da pena ser de allá. Pero no es así, los tales provincianos, la gran mayoría de la población mexicana, están orgullosos de su “hermosa provincia”, ningún complejo frente a la capital.
Entonces ¿no somos “aztecas”? No, sólo algunos, pero eventualmente podemos tolerarlo. Lo mejor es que se hable de mexicanos, así está mejor, es más equitativo. Lo malo no es el apelativo, sino el centralismo que implica.


@yoinfluyo

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