El Penitenciario Mayor de la Santa Iglesia Romana, explicó los criterios fundamentales que debe tener en cuenta todo sacerdote confesor para realizar esta importante tarea alentada frecuentemente por el Papa Francisco.
Este jueves 15 de enero el Purpurado tuvo a su cargo una lectio magistral titulada “Misericordia y verdad se encontrarán: El Sacramento de la Reconciliación” en el Congreso para Confesores que se realiza en la Arquidiócesis de Augsburgo en Alemania.
Misericordia
A partir de la pregunta de San Agustín “¿Qué cosa necesita el alma humana?”, el Purpurado enmarcó su reflexión en medio de un tiempo que calificó como “particularmente expuesto a una desacralización radical” y en donde las personas necesitan tener presente la auténtica identidad divina: “Dios es Misericordia y Dios es Verdad”.
“Solo la misericordia y la verdad le bastan al corazón del hombre, sabiendo que ambas son los nombres del amor, de aquel único Amor que se ha manifestado y que se ha hecho carne y se ha ofrecido a Sí mismo por nosotros”.
El Cardenal precisó luego que el corazón humano “está hecho para ser objeto de la misericordia, es decir, para no ser prisionero de los propios límites y del propio mal, sino para ser efectivamente objeto de la misericordia, para ejercitar una tremenda soberanía sobre uno mismo y sobre las propias pasiones, capaz del auténtico perdón”.
Tras resaltar la necesidad del arrepentimiento en la persona para poder acceder a este perdón, el Purpurado explicó que “un corazón no dispuesto a examinarse a sí mismo y a mirar nuevamente el propio camino no es un corazón dispuesto a acoger la misericordia”.
Verdad
El Penitenciario refirió asimismo que “el corazón del hombre está hecho para la verdad (…) En la dramática negación de la verdad objetiva que vive nuestro tiempo (…) desde ese privilegiado observatorio que es el confesionario podemos ver diariamente la dramática necesidad de verdad presente en el corazón de toda persona humana”.
El Cardenal Piacenza resaltó luego que “para el cristianismo la verdad es una Persona: es Jesús de Nazareth, la verdad hecha carne, que es visible, tocable, audible. La verdad no es más una idea abstracta”.
El Purpurado dijo que en el Sacramento de la Reconciliación, hay tres elementos que van de la mano con la misericordia y la verdad: la coesencialidad, la objetividad y la relacionalidad.
Coesencialidad
Tras resaltar que misericordia y verdad son coesenciales, el Cardenal explicó que hay dos aspectos que deben tenerse en cuenta en este asunto: “no es cristiana una misericordia privada de verdad, que no tenga en cuenta la realidad, los hechos, las personas y las acciones. Sería una misericordia no respetuosa de la dignidad del hombre (…) sería una misericordia que cancela la historia, que cancela el real lugar teológico de la Encarnación”.
El Purpurado dijo también, como segundo aspecto, que “al mismo tiempo no es cristiana una verdad privada de misericordia, es decir que no esté en relación con la persona, con su historia, con su vida concreta y el juicio de su consciencia formada e informada. Tal verdad, por más vigorosamente que se defienda, no pertenece al depósito real de la fe cristiana”.
“En este sentido, en cada acto sacramental, a causa de la involucración psicológica del penitente, particularmente en el Sacramento de la Reconciliación, es siempre necesario recordar que la Iglesia anuncia todo lo que ella es –dimensión de la misericordia– y todo lo que ella cree –dimensión de la verdad (cfr. Dei Verbum, 8) –, de manera totalmente inseparable”.
Objetividad
En tal sentido, el buen confesor “está siempre llamado a ser consciente que, en la coesencialidad de la misericordia y la verdad, él está llamado a aquel delicado y atento servicio a la persona, que debe conducir a la disponibilidad de reconocer una verdad objetiva fuera de sí, porque es dada y revelada como condición para una auténtica y objetiva experiencia de misericordia”.
“La reducción de la verdad a una opinión –alertó luego– y de la misericordia a un sentimiento mortifican no solo a la Revelación divina y a su dimensión constitutivamente relacional, sino también a la inteligencia y, por lo tanto, a la dignidad humana”.
El Purpurado precisó asimismo que “en el Sacramento de la Reconciliación esta experiencia de reciprocidad se actualiza en las mismas condiciones indicadas por la Iglesia como ‘actos del penitente’. Es posible el abrazo de la misericordia divina, solo partiendo de una verdad sobre uno mismo, sobre los actos cometidos y las consecuencias de los mismos”.
“Se puede estar seguro de ser realmente amados solo cuando la verdad de uno mismo se ha abrazado totalmente” para lo cual es fundamental la relación de la persona con Dios, la única que permite la realización personal.
Relacionalidad
El Cardenal Piacenza resalta también que “es posible tener una auténtica experiencia de Dios como verdad solo en el abrazo de la divina misericordia, un abrazo cargado de ternura y compasión que exige siempre ser acogido y vivir en el abandono de la fe confiada, de fides qua creditur, inseparable de la fe como conocimiento, fides quae creditur”.
“En el Sacramento de la Reconciliación, celebrada y recibida, tal experiencia que es antropológicamente universal y radicalmente sobrenatural ocurre y vuelve a ocurrir cada vez que desde la misericordia divina escuchamos pronunciar ese juicio de verdad que coincide con las palabras ‘yo te absuelvo de tus pecados’”.
En tal sentido, continuó, “la celebración del Sacramento de la Reconciliación es realmente el ejercicio del Opus misericordiae. Es el lugar en el que el deseo humano de misericordia y verdad puede encontrar su propio cumplimiento, cumplimiento que, por el modo en el que se manifiesta, en una Persona viva, excede radicalmente las más grandes de las experiencias humanas”.
“Queridos hermanos, ¡todo esto ocurre cuando entramos a un confesionario! De todo esto somos responsables, este gran milagro se da ante nuestros ojos y, por esta razón, alabamos y glorificamos a Dios, cada vez que sucede que, con nuestras limitaciones y en nuestra carne repetimos, para nuestros hermanos, las palabras de Cristo: ‘yo te absuelvo de tus pecados”.
Santa María
El Penitenciario Mayor culminó su lectio magistralis refiriendo a Santa María, para que como Reina de los Apóstoles, Refugio de los pecadores y Madre de la Misericordia, “nos sostenga (…) Ella que ha concebido en su vientre a la Verdad hecha carne, que La ha amado como nadie y que humildemente La ha seguido”.
“Que sea para todo confesor modelo de misericordia y de verdad, de amor y justicia, de fidelidad y ternura, para que en la dimensión petrina del ministerio no falte la mariana y la dimensión mariana esté siempre guiada por la coesencialidad, la objetividad y la relacionalidad de la Verdad que es Cristo”, concluyó.
AUGSBURGO, 15 Ene. 15 / 03:30 pm (ACI).-
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