miércoles, 18 de abril de 2012

Juan Pablo II y la Divina Misericordia


por Llucià Pou Sabaté

Conmemoramos ya cinco años de la muerte de Juan Pablo II, que hizo precisamente en las fechas que ahora vivimos, al concluir la “octava” de Pascua, en las vísperas de la fiesta de la “Divina Misericordia”, que él instituyó.
Ya su encíclica sobre Dios Padre se tituló “rico en misericordia”, como lo más propio de nuestro Padre Dios, que nos cura de los pecados: misericordia quiere decir poner el corazón en la miseria de los demás (la palabra viene de “miseria” y “corazón”). Dios se pone en mi lugar, sufre por mis pecados en Jesús y me salva.

El mismo día de Pascua quiso Jesús darnos con el Espíritu Santo, como regalo, el sacramento de la reconciliación. Además de la paz que nos da la Confesión, también nos ayuda a participar de la misericordia y darla a los demás; es algo divino el perdón, y llevar esta misericordia a los demás, es llevarles a Dios, ayudarles a estar con Jesús para estar contentos, y así a su vez perdonar. Es una invitación a ponerme en la piel de los demás, para entenderles, para llevar a los amigos a esta misericordia sanadora.
La Divina Misericordia es quizá la devoción más necesaria en nuestro tiempo, necesitado de esperanza. Recibió el encargo de extenderla Santa Faustina Kowalska. El mensaje que Dios confió a esta monja fue: Él es Misericordioso y nos ama a todos... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia". También le encargó el Señor que difundiera un cuadro que representa a Jesús resucitado con dos rayos que salen de su corazón, uno de plata y otro rojo. Son el agua del bautismo el de plata (y de la confesión, que “actualiza” nuestro bautismo con el perdón) y sangre de la Eucaristía el rojo (alimento para la Vida, la Nueva Alianza)... Del costado del Señor manan los sacramentos, y estos dos son fuerza que nos trae la Misericordia y el Amor que dan vida.
Veo esta devoción en continuidad con la del Sagrado Corazón que presenta a Jesús reinando en la Cruz y que también tiene su fiesta que celebraremos dentro de unas semanas. También ahí nacen de su costado abierto Sangre y Agua, como salieron con la lanza de Longinos esas fuentes de salvación. La jaculatoria encendida de esta devoción es: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. Aquí, en la Divina Misericordia la jaculatoria que también recibió del Señor sor Faustina para poner en el cuadro es «Jesús, en ti confío». Se nos anima a rezar esta invocación que es como la del Sagrado Corazón, pero más corta. Para que siempre confiemos en Dios nuestro Padre, pase lo que pase, en una confianza total, y llevar esta misericordia a los demás sabiendo también que así no seremos juzgados al no juzgar a los demás. Quizá un medio de concretar eso es procurar hacer una obra de misericordia al día.
San Juan en su carta habla en esta fiesta de la salvación que trae Jesús: “Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre”. Esta nota de recuerdo del bautismo está muy presente en este domingo antes llamado “in albis” (blanco) en recuerdo de los bautizados la noche de Pascua. La Colecta nos ayuda a esta oración nuestra: “Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido”.

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