sábado, 10 de enero de 2015

Francisco lo tiene claro…, también con los cardenales.


Si hace un año, en esta misma página Editorial (ecclesia, número 3.710), a propósito del anuncio de los primeros cardenales del Papa,  afirmábamos que Francisco imprimía, de modo inequívoco, su sello y sus prioridades pastorales, ahora ya no nos puede caber duda alguna al respecto.
Francisco, sí, sabe lo que quiere. Sabe la Iglesia que desea y sueña y sabe cuál es el retrato de las personas que han de acompañarle en esta misión. Todos los papas han marcado su impronta personal con los nombramientos. Pero en el caso del actual Santo Padre y en relación a los nombramientos cardenalicios, el subrayado, el acento es todavía mayor.
¿Qué es, entonces, lo que Francisco tiene claro en relación al colegio cardenalicio? El Papa venido del Sur quiere una Iglesia, que sin dejar de ser del Norte, sea cada vez más también del Sur. El Papa, que nos dijo, ya recién elegido, que sueña con una Iglesia pobre y para los pobres, el Papa, que nos recuerda –con palabras y con obras- que los pobres y los preteridos están en el corazón del Evangelio,  quiere un colegio cardenalicio más pobre, con más pobres y más abierto a los pobres y a la entera humanidad.
Y como si de un encaje de bolillos se tratara, de los veinte cardenales del próximo 14 de febrero –nombrados el 4 de enero-,  están representados dieciocho países de los cinco continentes: siete de Europa, cinco de América -todos latinoamericanos-, tres de Asia y de África y dos de Oceanía. En los albores del Año de la Vida Consagrada, un quinto de los elegidos –cuatro: dos salesianos, un agustino recoleto y un paúl- son religiosos. Países “remotos” y olvidados como Cabo Verde, Panamá, Isla de Tonga y Myanmar (la antigua Birmania) entran por primera vez en el colegio cardenalicio. Entre los elegidos, hay solo un curial en activo y otro mayor de 80 años. Están representadas grandes sedes arzobispales, pero sin automatismos e inercias. Y la púrpura ha llegado a obispos de diócesis marcadas por la pobreza, la injusticia, la conflictividad, las llegadas masivas e incontroladas de emigrantes (Agrigento, Morelia, Addis Abeba, Manizales, Xai-Xai, Ancona …).
El próximo consistorio conlleva, además, para la Iglesia en España una doble  satisfacción, que expresamos asimismo haciendo nuestra la declaración de la Secretaría General de la CEE, tras el nombramiento cardenalicio de su presidente. Alegría y gratitud, sí, por esta elección, que supone un significativo “reconocimiento pontificio a la generosa y abnegada trayectoria episcopal de monseñor Ricardo Blázquez al servicio de la Iglesia y a su vocación y trabajo teológico”. Y  “es también una señal que refuerza, aún más, la especial vinculación y comunión de la Iglesia en España con el Sucesor del Apóstol San Pedro”.
Alegría, gratitud y reconocimiento que llegan igualmente a todos los misioneros y religiosos españoles con la designación cardenalicia de uno de ellos: el navarro José Luis Lacunza, obispo de David (Panamá) y religioso agustino recoleto.


Editorial Revista Ecclesia (7/1/15)


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