sábado, 10 de junio de 2017

El drama de la homosexualidad


¿Qué hacer ante la homosexualidad? 
por Alfonso Aguiló Pastrana

Pienso que cualquiera que haya conocido un poco de cerca el drama de una persona homosexual, siente a partir de entonces una comprensión y un aprecio muy especial por quienes sufren esa situación.
Cuando se comprende un poco mejor la realidad del sufrimiento de esas personas, dejan de hacer gracia las bromas sobre este asunto, y más bien producen un profundo desagrado.
—¿Pero es realmente posible salir de la homosexualidad?
No digo que sea fácil, porque no lo es, pero no hay que dejarse llevar por planteamientos fatalistas, ni siquiera en los casos en que las tendencias homosexuales son intensas y están muy arraigadas.
La idea de que el homosexual
no puede cambiar
suele responder más
a una reivindicación de grupo
que a una realidad orgánica o fisiológica.
La medicina ha avanzando mucho, y hay abundante experiencia clínica de que la homosexualidad se puede superar con una terapia adecuada. Así lo asegura, por ejemplo, el psicólogo holandés Gerard van der Aardweg, sobre la base de una experiencia clínica de veinte años de estudios sobre la homosexualidad.
Aardweg insiste en que el homosexual tiene también instintos heterosexuales, pero que suelen ser bloqueados por su convencimiento homosexual. Por eso, la mayor parte de los pacientes que lo desean verdaderamente y se esfuerzan con perseverancia, mejoran en uno o dos años, y poco a poco disminuyen o desaparecen sus obsesiones homosexuales, aumentan su alegría de vivir y su sensación general de bienestar. Algunos acaban por ser totalmente heterosexuales; otros padecen episódicas atracciones homosexuales, que son cada vez menos frecuentes conforme toma fuerza en ellos una afectividad heterosexual.
—Pero a algunos quizá les supondría un esfuerzo tan grande que les obligaría a llevar una vida muy difícil...
Incluso para los homosexuales más graves, no hay otro camino de liberación que luchar por corregir sus inclinaciones desviadas. Hay que tener en cuenta que rendirse a esas tendencias, con la consiguiente búsqueda constante de contactos y de relaciones –que suelen ser inestables y frustrantes por su propia naturaleza–, desemboca a la larga en una espiral de mayor insatisfacción.
Dejarse llevar produce una angustia aún más grande, pues lleva a una vida de profundos desequilibrios afectivos, disfrazados quizá por una satisfacción aparente, pero que acaba conduciendo a una mayor desesperanza y un mayor deterioro psíquico. Por esa razón la Iglesia católica les alienta a asumir la cruz del sufrimiento y de la dificultad que puedan experimentar a causa de su condición.
—¿Y cómo se asume la cruz de la propia condición?
Viviendo la castidad, un sacrificio que les proporcionará como beneficio una fuente de autodonación que los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente con destruirlos. La actividad homosexual impide la propia realización y felicidad, porque es contraria a la naturaleza.
Es cierto que en los casos más graves quizá no sean aptos para el matrimonio, pero siempre son aptos para amar –de otra manera– a los demás, y así pueden vivir incluso con un amor mayor que el que reina en muchos matrimonios. La Iglesia les pide ese sacrificio, por su propio bien, exactamente igual que se lo pide a todas las personas heterosexuales que no están casadas.
—¿Y si encuentran mucha dificultad para curarse y se abandonan a esas tendencias...? Porque, además, muchos se niegan a considerarlo una enfermedad, y dicen que es algo genético.
Hace más de un siglo que se busca un origen genético a la homosexualidad, y los avances científicos indican más bien que no lo hay. Los últimos descubrimientos en el mapa genético reafirman cada vez más la libertad del ser humano. Craig Venter, fundador de unas de las compañías más punteras en investigación genética integradas en el proyecto Genoma Humano, concluía recientemente que «la maravillosa diversidad de los seres humanos no está tanto en el código genético grabado en nuestras células sino en cómo nuestra herencia biológica se relaciona con el medio ambiente». «No tenemos genes suficientes –asegura Venter– para justificar la noción de un determinismo biológico, y es altamente improbable que puedan existir genes específicos sobre el alcoholismo, la homosexualidad o la agresividad. Los hombres no son prisioneros de sus genes, sino que las circunstancias de la vida de cada individuo son cruciales en su personalidad».
La homosexualidad no es genética, sino sobrevenida. Y las terapias de curación de la homosexualidad tendrán más éxito en unos casos que en otros, pero eso no tiene nada de extraño. Hay muchas enfermedades, como el asma o la artritis reumática, por ejemplo, que por el momento no siempre se pueden curar. Pero ningún médico serio concluiría que no tiene sentido someter a esos pacientes a un tratamiento, o estudiar nuevas posibles terapias.
Abandonarse a
las tendencias homosexuales
no es un estilo de vida alternativo
recomendable para nadie.

Sitio Web: interrogantes.net



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