miércoles, 29 de julio de 2020

El Zar y la Revolución

Por Hugo Esteva
 No es fácil, en pleno siglo XXI, referirse con precisión y profundidad a las virtudes de una verdadera monarquía, como la encabezada hasta el punto de dar la vida por el Zar Nicolás II en la Rusia de un siglo atrás.
 
 Tal la tarea emprendida y cumplida por Nicolás Kasanzew a lo largo de un ágil ensayo que, sin nombrarlos, marca las diferencias heroicas de la histórica rusa respecto de los actuales reinos occidentales, decadentes, más proclives a aparecer en el jet set que a cumplir con sus deberes de conducción patriótica.­

Uno a uno se van allí derribando los falsos mitos acerca de la debilidad y la desorientación ante la intriga que se le atribuyeron a un Zar aparentemente dominado por la sombra de Rasputín, relato acomodado para la Revolución que aprendimos como dogma indiscutible de la historia contemporánea en nuestros años de colegio. Se ponen además de relieve aspectos de su gobierno absolutamente desdeñados para bien de la propaganda comunista, como su fructífero énfasis en lo científico, en el arte, en lo militar, en lo social, que cambiaron a una Rusia que no tardó en perderlos apenas consolidada la tiranía soviética.

En particular, despierta especial interés conocer las condiciones personales de Nicolás II: capacidad e inteligencia noblemente disimuladas por distinguida discreción, valentía llevada al arrojo, tierno amor familiar y una profunda Fe en Cristo como motor de la conducta no sólo ante sus súbditos sino también ante los demás países.

Lo más llamativo para quienes hemos recibido la versión oficial de la Revolución de febrero de 1917 es conocer que su principal motor no fue el asalto de financiados ideólogos frente a un levantamiento popular, sino el trabajo de zapa de nobles, aristócratas y grandes burgueses contra el monarca, sobre el que se enancaron los revolucionarios para después exterminarlos. Esa historia valdría por sí sola para los lectores contemporáneos, que además verían con claridad la ligazón en ideas y crueldad entre ésta y la intocable Revolución Francesa. ­

Por otro lado el autor, que manifiesta de ningún modo creer en la restauración que parece llevar a cabo Putin como verdadera reivindicación de la Rusia tradicional, reitera el asalto de las empresas aparentemente libres por los ex gerenciadores soviéticos devenidos en millonarios del nuevo capitalismo. Y no se queda ahí, porque ilustra cómo la actual conducción rusa ha resperado las artificiales divisiones geopolíticas trazadas por Lenin que, como en Ucrania, parten y debilitan aun a las antiguas provincias fundadoras, dejando enormes bolsones de rusos ancestrales aislados hasta por el idioma ante los neo Estados subsidiarios de la caída de la URSS.­

En fin, El Zar y la Revolución. 100 años de escamoteo y falseamiento (Ediciones Argentinidad, Buenos Aires 2017, 264 páginas) es recomendable trabajo de un patriota de sangre rusa, que ha demostrado largamente y con riesgo ser patriota argentino.­

La Prensa    28.07.2020

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