viernes, 1 de octubre de 2021

El infierno existe

 por Claudio de Castro

Hemos olvidado que esta vida es pasajera y corta, y que nuestro destino lo definimos con nuestro comportamiento

Es urgente que sepas que el infierno existe. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice (para que nadie diga: “yo no sabía”):

    Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: «Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él». 1 Jn 3, 14-15

Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46).

Elige evitar el infierno

Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección.

Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra «infierno«.

Con los goces de este mundo, el disfrute del poder, la soberbia, el amor al dinero, el placer y los bienes materiales, hemos olvidado que esta vida es pasajera y corta, y que nuestro destino lo definimos con nuestro comportamiento.

Tenemos libre albedrío para decidir.

Te das cuenta de la seriedad del asunto cuando lees en la Biblia versículos como éste:

    «Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio” (Mateo 12, 36)

La ayuda de la Virgen María

Ya poco se habla en la Iglesia de la realidad del infierno. La Virgen María, preocupada por nuestro comportamiento e indiferencia hacia las cosas de Dios, mostró a los niños videntes Jacinta, Francisco y Lucía, el 13 de julio de 1917, una visión aterradora del infierno. Si no creías, más te vale creer. Esto es serio.

Lucía cuenta en sus Memorias:

    “Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: ‘Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz’”. 

Visiones aterradoras

Muchos santos han tenido la horrible visión del infierno, un lugar de tormentos inimaginables, al que van los grandes pecadores, que han vivido alejados de Dios, ofendiéndole.

Casi siempre van acompañados de un ángel que les dice: “Cuenta a todos lo que has visto y oído”.

    «—Si los jóvenes —decía don Bosco— oyesen el relato de lo que oí, o se darían a una vida santa o huirían espantados para no escucharlo hasta el fin. Por lo demás, no me es posible describirlo todo, pues sería muy difícil representar en su realidad los castigos reservados a los pecadores en la otra vida. Vi primeramente una masa informe que poco a poco fue tomando la figura de una formidable cuba de fabulosas dimensiones: de ella salían los gritos de dolor. Pregunté espantado qué era aquello y qué significaba lo que estaba viendo. Entonces los gritos, hasta allí inarticulados, se intensificaron más haciéndose más precisos. Después vi dentro de aquella cuba ingente, personas indescriptiblemente deformes. Los ojos se les salían de las órbitas; las orejas, casi separadas de la cabeza, colgaban hacia abajo; los brazos y las piernas estaban dislocadas de un modo fantástico. A los gemidos humanos se unían angustiosos maullidos de gatos, rugidos de leones, aullidos de lobos y alaridos de tigres, de osos y de otros animales”.

La visión del infierno que ellos han tenido apenas puede describir los horrores de este lugar de sufrimientos del que nunca podrán salir los que allí lleguen. Procura que no seas tú.

Salvación

Salva tu alma y salva cuantas almas puedas, orientando, evangelizando a tiempo y a destiempo, dando ejemplo con tu vida, rezando por los demás, llevando una vida de santidad.

Restaura tu amistad con Dios, una buena confesión sacramental es un primer paso.

Busca un sacerdote que te brinde dirección espiritual. Salva tu alma, ahora que puedes. No le des el gusto al demonio.

Es mejor vivir en paz, en la cercanía de Dios, una eternidad.

Aleteia  publicado el 01/10/21

 

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