¡Cuántas veces, solo por hacer “lo que todos hacen” y encajar en la multitud, terminamos haciéndonos mucho daño!
Hace muchos años me enamoré muchísimo de un hombre que para mí fue, por mucho tiempo, el hombre ideal. Me sentía bendecida por haber encontrado un amor así, sobre todo porque, aunque no compartíamos la misma religión, sus ideales de castidad y pureza eran los mismos que los míos. Fuimos construyendo sueños y proyectos juntos, y todo parecía perfecto, tal como siempre lo había esperado. Eso me hacía sentir más feliz con mi decisión de mantener mi virginidad hasta el matrimonio con la persona indicada, aun cuando mis amigas del colegio y de la universidad trataban de cambiarme de parecer.
Mientras yo creía en ese noviazgo maravilloso que teníamos y todo lo hermoso que íbamos a construir, él terminó conmigo repentinamente y después de unos días me enteré que me había sido infiel con otra mujer, acostándose con ella. Supe toda la verdad y él, inclusive, lo aceptó. Quedé devastada. Realmente, mi corazón se rompió en pedazos y una parte de mí murió con todo ese sueño. Andaba viva, pero sin vida, inerte, sin fe en los demás, pensando que todo lo que yo había vivido era una mentira, que ya no podía creer en otro hombre, que incluso si me decía que vivía la castidad, me estaría mintiendo.
Esa profunda tristeza y muchos malos consejos me hicieron andar por un camino que no era el mío. Finalmente yo elegí darme por vencida. Así, un tiempo y unos pocos meses antes de cumplir 29 años, tuve relaciones con un chico que conocí casualmente un verano en la playa. Era alguien que no me importaba ni le importaba nada de mí.
Convencida de que todo lo que había considerado antes como importante y virtuoso era una pérdida de tiempo, escuché cientos de consejos tales como: “todo lo que piensas del sexo y la castidad no es más que un tabú”, “estás bloqueada”, “todos tus problemas con los hombres desaparecerán cuando tengas relaciones sexuales” y “dáte cuenta que no es gran cosa”.
Con eso, me convencí a mí misma que esa era la “solución” y, por eso, perdí mi virginidad con alguien desconocido. Luego, estuve con otros chicos, que tampoco me importaban, y cada cierto tiempo tenía algún “noviecito”; después de todo, como ya no era virgen, ¿por qué hacerlo esperar?
Para muchos de mis amigos, el problema de no encontrar al hombre ideal que aún seguía buscando era cualquier cosa menos la pérdida de mi virginidad, pues eso no tenía nada de malo. Sin embargo, para mí, desde que la perdí, un pedazo de mí había muerto, ya no era la misma.
Me di cuenta que nadie me había lastimado tanto como yo a mí misma, tomando la decisión equivocada. Lo único que gané con la experiencia de haber tenido relaciones sexuales fue un gran vacío en mí y un gran dolor, más aun teniendo en mente que mi debilidad arruinó algo que por tantos años había sido tan importante para mí: mi pureza.
Una vez comprendido eso, no me quedó más que decirme a mí misma qué es lo que quería para mí, quién era yo y cuáles eran mis ideales. A pesar de todo, nunca dejé de creer en el amor puro y en el matrimonio. Es por eso que quería salir de ese camino, que era más cada día más pantanoso. Así, desde hace unos años, volví a la lucha por recuperarme a mí misma.
Es verdad que ya no soy virgen, que cometí un error, pero la misericordia de Dios es más grande que mis errores. Él me perdonó y yo aprendí a perdonarme. Por eso, sé que aún así soy una mujer valiosa y buena. Lo tengo claro todos los días. Sé lo mucho que valgo, que ese error hizo que me diera cuenta que creo fervientemente en la pureza y en la Castidad, y también en el matrimonio como un sacramento sagrado, en Dios y para Dios.
Ahora espero al hombre indicado para mí, para casarme y formar una familia; y le ruego a Dios por él todos los días, esperando que la Virgen me ayude a ser una mujer más pura para ser digna de merecerlo.
Quiero agradecerles especialmente a ustedes, porque La Opción V apareció justamente cuando yo empecé a entristecerme, creyendo que nunca iba a reparar eso por más que me esforzara. El apoyo de un proyecto como LOV es fundamental para los tiempos que corren, en los que es tan difícil mantener nuestra pureza frente a la presión del mundo que nos rodea.
Todos sabemos que es difícil hoy en día mantenerse firmes en el camino de la castidad, los valores están en vías de desaparecer y vivimos una aceleración y facilidad para todo, que nuestras convicciones van contracorriente en esta cultura del descarte. Por eso, no hay que alejarse de Dios, de la Iglesia, de los grupos de apoyo, de los buenos amigos ni de nosotros mismos. Nuestras amistades que piensen distinto son libres de hacerlo, pero nosotros debemos ser un ejemplo para ellos de que hay algo mejor. No debemos tener miedo de ir contracorriente, se puede seguir adelante siempre, incluso si nos caemos, ¡pues nos podemos levantar nuevamente! Y recuerden: ¡No estamos solos!
Finalmente, comparto esto, porque sé que hay muchas chicas y chicos que al haber perdido su virginidad creen que no pueden volver atrás y seguramente, como yo, han sentido que no valían nada “porque ya no tenían su virginidad”. Pero la verdad es que yo logré entender que, aunque ya no soy virgen, sí valgo, ¡y valgo mucho! Hoy nuevamente sé lo que quiero, conozco mi gran anhelo de amar y de ser amada, y estoy orgullosa de mí misma, pues me siento digna porque pude volver a empezar.
En algún lugar hay alguien para mí, para ti, para todos, que será capaz de amarnos no por nuestro cuerpo ni por el placer de un momento, sino por todo lo que somos. ¡Será lo que Dios quiera para nosotros! Mientras tanto, estoy segura de que la pureza es de todos los días y que no se trata de buscar al hombre ideal, sino de ser la mujer ideal para que esa persona me encuentre a mí.
R.T.S, 34 años, Argentina.
Fuente: La Opción V
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