Por Carlos J. Díaz Rodriguez
En torno al tema de la educación de inspiración cristiana, hay varios aspectos que plantearse o, en su caso, replantearse. Uno de ellos se refiere a las clases y/0 talleres de pastoral que se imparten en secundaria y preparatoria.
La queja de los estudiantes resulta prácticamente unánime en la mayoría de los colegios: problemas con el enfoque metodológico. Ciertamente, no lo dicen con un lenguaje tan técnico, pero sí dejan claro que algo anda mal con la estrategia empleada por los maestros y las maestras en cuestión. Por ejemplo, “nos tratan como si fuéramos niños”, “quiere que hablemos de cosas personales”, “nada más vemos películas”, “todo queda en dibujos y reflexiones absurdas”, “solamente nos ponen a cantar”, etcétera. En realidad, se trata de quejas realistas y, por ende, justificadas; sin embargo, ¿cuándo fue que la materia perdió el rumbo? Esto viene como consecuencia de una mala interpretación pedagógica. En su momento, se dijo que la clase de religión tenía que ser distinta que las demás asignaturas para volverla más cercana, accesible, amable, positiva, pero lo cierto es que ha terminado en un espacio escolar aburrido, desconectado totalmente de la disciplina y del rigor intelectual, quedándose en una propuesta de “relleno”; es decir, abstracta e improvisada. ¿Por qué no puede ser una clase normal? Estamos tan obsesionados con el cambio que hemos terminado sobrevalorándolo, mientras olvidamos que lo importante es la dirección que se tome en la reestructuración, pues también existe la posibilidad de dar un giro equivocado, contraproducente. No se trata de cambiar nada más porque sí.
Ahora bien, para ir superando el problema descrito en el párrafo anterior, conviene nombrar los vicios de pastoral y, desde ahí, evitarlos con esfuerzo, dando paso a un proceso de reconstrucción:
Tratarlos como si fueran niños:
No es lo mismo hablar de Dios en el kínder que en cuarto semestre de bachillerato. ¿La razón? Edades y contextos totalmente diferentes. La formación tiene que ser gradual, progresiva. De otra forma, se produce un estancamiento. ¿Qué sentido tendría pasar del 5to al 6to grado si nos van a seguir tratando igual? Por lo tanto, hay que distinguir entre niños, adolescentes y jóvenes. Cantar -con mímica incluida- viene muy a tono con el maternal, pero ¿esto aplica para secundaria? Hay que estar a la altura de las circunstancias, del nivel axiológico de los estudiantes. Dicho de otra manera, ponerse en el lugar de los alumnos, haciendo que el lenguaje sea el adecuado para una mayor comprensión del tema que se vaya a poner sobre la mesa.
Preguntas incómodas:
Violar la privacidad de una persona constituye una acción tipificada como delito. A veces, dentro del contexto pastoral, no faltan los maestros que -en su afán de que los alumnos compartan algunas experiencias vinculadas con la fe- se pasan de la raya, llegando casi al colmo de exigir que cuenten lo que obviamente no quieren platicar en público. Quienes llegan a tal punto, deben ser despedidos, pues la clase de religión nunca será un pretexto para violentar la intimidad de una persona. Una cosa es que un estudiante se acerque para pedir consejo a un profesor respetable y otra -muy distinta- que el maestro quiera forzar las cosas para que le cuenten aspectos personales.
Abusar de las películas:
Un maestro mediocre -en lugar de responder a las preguntas del grupo- optará por escoger una película para la mayoría de las clases, pues así se ahorrará la fatiga de emplear métodos o recursos pedagógicos adecuados. Ciertamente, los medios audiovisuales forman parte del proceso de enseñanza; sin embargo, el abuso de los mismos, resulta inadecuado, fuera de lugar. Con tantas dudas que traen las nuevas generaciones sobre la fe, ¿no sería mejor escucharlas y, desde ahí, despejarlas en lugar de actuar como si todo estuviera de maravilla?
Dinámicas de integración:
Trabajar en equipo es muy importante, fundamental para el desarrollo integral de los estudiantes, pues es un freno ante el individualismo imperante; sin embargo, ¿hace falta ponerlos a hacer cosas ridículas para disque “romper el hielo”?, ¿se imaginan a Jesús dando el “guitarrazo” (¡ojo!, no es contra la música)? Resaltemos el valor del compañerismo pero con naturalidad, pues forzar las cosas sale peor.
Conclusión:
La respuesta a los problemas que acabamos de describir, cubre cuatro áreas o elementos a considerar:
1. Exponer los temas desde la fe y la ciencia.
2. Trabajar -sobre la realidad social- a nivel personal y grupal.
3. Despertar el interés de los estudiantes con ejemplos que tengan que ver con su edad y momento.
4. Emplear recursos multimedia, procurando que su duración oscile entre los 2 y 10 minutos.
Urge pasar de una pastoral sentimentalista y efímera a un enfoque que retome lo que el beato Juan Pablo II explicó adecuadamente en la encíclica “Fides et Ratio” (Fe y Razón). El momento es ahora.
Actualizado 12 marzo 2014.
Blog: ¡Duc in altum!
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