martes, 2 de octubre de 2012

De nuestro sufrido ángel de la guarda: una reseñita de regalo en el día de su fiesta, que es hoy

por Luis Antequera
Si el pasado día 29 de septiembre hemos celebrado a los siete arcángeles que tienen la visión de Dios, bien que, como ya hemos tenido ocasión de conocer, sólo tres de ellos tengan nombre en el cristianismo, Gabriel, Miguel y Rafael, hoy celebramos a unos angelitos más domésticos, más de andar por casa, muy cercanos, y de los que tanto se ha escrito: los santos ángeles custodios, el ángel de la guarda, para que nos entendamos.
La idea de seres espirituales o ultramundanos que velan por la seguridad terrenal de los seres humanos es una idea antigua en el mundo de las religiones. En el paganismo la encontramos en los escritos de Menandro (342-292 a.C.), Plutarco (h. 50-h. 120) o Plotino (205-270). Entre los babilonios, las Crónicas de Babilonia que relatan el reinado de Nabopolasar (m. 605 a. C.), padre de Nabucodonosor, conquistador de Jerusalén, recogen esta afirmación de su protagonista: “Él [el dios Marduk] envió una deidad tutelar de gracia [¿ángel de la guarda?] para ir a mi lado; en todo lo que yo hice, él hizo que mi trabajo tuviera éxito”.
Y desde luego, con una morfología muy concreta cual es la de ángel, forma parte dicha idea del depósito de la fe del cristianismo, con alguna expresión magisterial muy clara, como por ejemplo, la contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, en el que podemos leer: “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión [de los ángeles]” (núm. 336) 
¿Forma parte dicha creencia del acerbo judío, y en consecuencia precristiano, de nuestra religión? Probablemente sí, pero en parte, sólo en parte. Y es que la sola existencia de los ángeles, cuanto más la de ángeles que velan por la seguridad de los hombres, es objeto de controversia entre los judíos contemporáneos de Jesús, como nos informa Flavio Josefo, quien diferencia a los fariseos de los saduceos, entre otras cosas, precisamente porque mientras aquéllos creen en los ángeles, éstos no. 
Y sin embargo, en el mismo Antiguo Testamento existen menciones que permiten atisbar la creencia judía de que los ángeles auxilian a los seres humanos. Sólo a modo de ejemplo, en el Libro primero de los Reyes encontramos este relato de lo acontecido al profeta Elías (cf. foto): “Anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta llegar y sentarse bajo una retama. Imploró la muerte y dijo: «¡Ya es demasiado, Yahvé! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!» Se recostó y quedó dormido bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: «Levántate y come.» Miró y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a recostar. El ángel de Yahvé volvió segunda vez, lo tocó y le dijo: «Levántate y come, pues el camino ante ti es muy largo.» Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb” (1Re. 19, 3-8).               
En el libro de los Salmos, encontramos éste muchas veces invocado para defender la presencia del ángel de la guarda en el Antiguo Testamento: “Tú que dices: ‘Yahvé es mi refugio’, y tomas a Elyón por defensa. El mal no te alcanzará, ni la plaga se acercará a tu tienda; que él ordenará a sus ángeles que te guarden en todos tus caminos. Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón” (Sl. 91, 9-13) Aunque quizás ésta que hallamos en el libro de Job sea la más clara de todas: “Mas si tiene un ángel de su parte, un mediador entre mil, que recuerde al hombre su deber, que se apiade de él diciendo: ‘Líbrale de bajar a la fosa, que he encontrado rescate por él’” (Jb. 33, 23-24).               
En el Nuevo Testamento, en el que la presencia de los ángeles es omnímoda, también se pueden encontrar referencias que se relacionan estrechamente con la del ángel de la guarda. Muchas en el caso de Jesús, a quien los ángeles acompañan en todos los momentos decisivos de su vida, su nacimiento, las tentaciones en el desierto, la oración en el huerto… No digamos en el de su padre “en la tierra”, José, un verdadero especialista en el diálogo con los ángeles... Pero también en el caso de los personajes que no son ni Jesús ni su familia. 
Así por ejemplo, en los Hechos de los Apóstoles cuando Pedro escapa de la prisión en la que le había recluído Herodes Agripa gracias precisamente a la acción de un ángel que no tiene porqué ser precisamente “su” ángel de la guarda. Pero cuando buscando refugio lo halla en casa de María, la madre de Marcos en quien muchos ven al evangelista de ese nombre, vean Vds. lo que ocurre: “Llamó él a la puerta del vestíbulo y salió a abrirle una sirvienta llamada Rosa; quien, al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría no abrió la puerta, sino que entró corriendo a anunciar que Pedro estaba a la puerta. Ellos le dijeron: ´Estás loca´. Pero ella continuaba afirmando que era verdad. Entonces ellos dijeron: ‘Será su ángel’” (Hch. 6, 12-15). Más bonita, y más clara también, es esta alusión en boca del propio Jesús hablando de los niños: “Guardaos de despreciar a uno de esos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18, 10). Aunque quizás la más clara referencia a la presencia y existencia del ángel de la guarda no sea sino ésta de Pablo en su Epístola a los Hebreos: “¿Es que no son todos ellos [los ángeles] espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación [los hombres]?” (Hb. 1, 14).
San Basilio Magno (330-379) en su Adversus Eunomium nos dice: “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (op. cit. 3, 1). 
En parecida dirección se expresa San Jerónimo de Estridón (340-420), quien en su Comentario a Mateo escribe: “Qué grande la dignidad del alma, puesto que cada una tiene desde su nacimiento un ángel encargado de guardarla” (op. cit. 18, 2). 
Santo Tomás dedica todo el capítulo 113 del libro I de la Suma Teológica a los ángeles custodios, en el que realiza toda una tesis sobre su existencia y sus funciones, si bien el tema tiene tanta enjundia que lo dejaremos para otra ocasión. 
Santa Gemma Galgany (1878-1903) es célebre por haber entrado en contacto con su propio ángel de la guarda, a quien incluso, según se dice, encargaba pequeños recaditos bien mundanos y terrenales, que el ángel realizaba de buen grado. 
Por lo que a la fiesta de los ángeles custodios -que es así como se llama- se refiere, consta ya su celebración en el año 800 en Inglaterra, una celebración que en el año 1608 extenderá el Papa Pablo V a toda la Iglesia, emplazándola ya entonces en fecha como la de hoy, 2 de octubre. 
Con toda lógica, por otra parte, son patrones los ángeles custodios de la policía española, a todos cuyos componentes expresamos desde aquí nuestra felicitación en fecha tan especial para ellos, y en momentos en los que tan necesitados andamos todos de buenos policías, como lo son la práctica totalidad de los que pertenecen a los cuerpos y fuerzas de seguridad españoles.
Fuente Religión en Libertad (2/10/12)

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