lunes, 27 de febrero de 2017

Cruda realidad / Apaga (la TVE) y vámonos, Pablo

Podemos no quiere que se retransmita la Santa Misa por la 'tele de todos', y así se lo ha hecho saber al Congreso, con ese fino instinto de la formación morada para plantear cuestiones que realmente importan a la gente.
por Candela Sande
Pablo Iglesias quiere que TVE deje de emitir misas
Podemos (bueno, y el resto de las formaciones de su grupo parlamentario), alega, uno, que la Constitución define nuestro país como un Estado aconfesional; y, dos, que existen otras muchas confesiones, entre las que cita “islamistas” (??) y ateos. A los primeros se les podría favorecer, no sé, con unas recitaciones coránicas, pero de los segundos ignoro por completo los ritos.
Así lo recoge en un documento: “La sociedad española es muy diversa y plural, en España conviven personas de muchas ideologías y de distintas creencias religiosas; católicas, islamistas, evangelistas, ortodoxas, ateas, agnósticas o judías”.
No sé si los de morado pretenden que salga un señor ataviado con bata blanca asegurándonos sonriente que cuando muramos nos pudriremos sin más y será como si nunca hubiéramos existido en este universo que ha surgido por azar y en el que nada tiene finalidad y destino. No le auguro un gran éxito de audiencia.
La verdad es que, cuando una se sabe el cuento, toda esta hipocresía solo puede hacer sonreír, una sonrisa cansina e indulgente.
A éstos de Podemos les mueve idéntica animadversión por el cristianismo que a los rojos de toda la vida, pero la disfrazan bajo los más torpes ropajes de una sonrojante no-discriminación.
Es mil veces preferible que vuelvan los rojos de toda la vida, que no se cortaban un pelo para decir que había que colgar al último cura con las tripas del último banquero, así una sabía exactamente a qué atenerse.
Odio a la normalidad
A ver, que alguien le explique a Pablo que retransmitir una misa no hace oficial la religión católica.
Si la televisión pública solo transmitiera lo oficial y en proporción a su importancia institucional, habría que concluir que Pablo Iglesias es el presidente del Gobierno desde antes de las pasadas elecciones europeas, que no hay modo de encender el aparato sin verle. Ya quisiera para los días de fiesta cualquier predicador tener tal acceso a la millonaria parroquia de los televidentes como tiene Iglesias.
Pero hay otra cuestión, ésta más profunda, que se refiere a este régimen progresista del que Podemos es solo el ala más ridícula y atorrante, a saber: el odio a la normalidad.
No, no voy a entrar en polémicas sobre la normalidad: en este caso me refiero a la normalidad estadística, a la mayoría, que en democracia, se supone, debe respetar a las minorías pero también mandar e imponerse.
Y sucede todo lo contrario.
Si RTVE, para satisfacer a su público, decide poner un espacio religioso, es lógico que este sea una misa católica, porque la católica es la religión mayoritaria, además de ser la que históricamente nos ha hecho como somos.
Admito que quizá haya más indiferentes, pero dudo mucho que más ateos militantes y, bromas aparte, los ateos no tienen ritos establecidos ni, obviamente, espacios religiosos.
Pero la modernidad, ya digo, parece significar que la excepción gobierna la norma. En Estados Unidos hay ahora mismo un revuelo tremendo a costa de que Donald Trump -presidente electo, por más que les duela- quiere revocar las disposiciones de su predecesor, según las cuales uno podía entrar en baños y vestuarios públicos de las chicas con solo decir que se identificaba como mujer.
A quien no se le ocurra que los baños transgénero son campo abonado para que los mirones de siempre hagan su agosto es que no sabe nada de la naturaleza humana
A quien no se le ocurra que esto es campo abonado para que los mirones de siempre hagan su agosto es que no sabe nada de la naturaleza humana, de modo que tales leyes eran un absoluto disparate que ponía a niñas en la pubertad a merced de cualquier abuso y derogarlas es puro sentido común, ¿no?
Pues no. Se diría que Trump había decretado la pena de muerte para los colectivos LGTB. Un conocido periodista llega a decir en Twitter que una niña que sienta apuro por ver entrar a un maromo cuando se está cambiando es una homófoba y una intolerante.
Es el mundo al revés, y la lotería hoy es estar en un grupo minoritario, cuanto más pequeño, mejor.
Pablo te hará la rosca, en el sobreentendido de que lo tuyo le importa un comino pero le viene bien para el único y obsesivo objetivo que tienen estos dinamiteros morales en mente: acabar con la normalidad.



Actuall (26/2/17)

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